12 julio, 2005

A Bill Gates no le gusta que digamos subidón

Es un titular fácil, lo sé. Digno de El Periódico en sus horas bajas y/o veraniegas. Digno del Qué casi cualquier día del año. Pero es lo que tiene trabajar en una agencias de noticias: que a fuerza de escribir titulares tipo “Llamazares asegura que el PP ‘ha extendido una cortina de humo’ sobre los atentados de Londres porque ‘vive en la mentira’” una acaba loca por trabajar en el Qué me dices, donde seguro que la reunión para decidir los pies de foto merece una visita…


El caso es que al corrector del Word le parecen mal todo tipo de palabras curiosas. Y no hablo de caca, culo, pedo, pis (veo que le gustan todas esas). Hablo, por ejemplo, de granuja. O de pazguato. ¿Por qué no le gusta a Microsoft que yo diga pazguato? Si es de lo más bonito y castizo. Si es una palabra chulísima. Pero, ay, esa tampoco puedo decirla.

Igual que no puedo decir que estoy de subidón, ni que la vida es guay, ni que mis compañeros de trabajo son majetes. No deja que llame a nadie lelo, pero sí imbécil. También gilipollas, pero no palurdo, ¡con lo bien que suena palurdo!

La palabra tetas le ofende. Los niñatos le molestan, pero, bueno, ¿a quién no?

En el mundo de Word (valga la redundancia) no hay pijos. No existe la autoironía. Tampoco los lameculos, pero eso está bien, supongo.

No le gustan las cosas que se desarrollan de forma ininterrumpida. Ni nada que ocurra tropecientas veces. En ese sentido es pelín exigente, porque tampoco admite que las chuches, el desapego o los intentos de versionar canciones. Ya ves cuántas condiciones.

El Word no cree que las cosas puedan molar. Ni siquiera molar mucho. Por eso algunos diminutivos le parecen poco ortodoxos: fiestecita es poca fiesta. Sobre todo siendo imposible la existencia del famoseo, ni la del estado catatónico, que es uno de mis preferidos tras una buena fiesta.

Se pone muy RAE en cuanto hablamos de currículums (currículos deberíamos decir, como El País, el único valiente que se atreve con el hipercorrecto carné /carnés) (debo hacer notar que tampoco le gusta la palabra hipercorrecto), pero luego niega la existencia de los viajes iniciáticos, con lo que se carga buena parte de la literatura universal, de paso.

Alegraos, porque no cree que haya treintañeros en este mundo. Los veinteañeros no le parecen mejor, si os consuela. Los cuarentones, en cambio, gozan de todas sus simpatías. Así que suerte, que a eso, con tiempo, llegaremos todos. Aunque el Word le quite toda la gracia al idioma por el camino.