02 septiembre, 2005

Jennifer


En el folklore del terror nipón resulta troncal la figura del espíritu inquieto que se mezcla entre los vivos con su corporeidad intacta buscando reparar una injusticia del pasado, encontrar un punto de fuga a una maldición ligada a un mal comportamiento en vida. Un clásico muy recomendable para los interesados en historias de fantasmas es Cuentos de lluvia y de luna de Akira Ueda (Trotta). Inspirándose pues en la tradición, la literatura de terror de Koji Suzuki le ha añadido una aportación personal que es todo un hallazgo por su naturaleza irónica: convertir el agua, simbolo de pureza y transparencia, en vehículo conductor de los pecados del pasado y de la oscuridad presente con que los agentes del miedo sobrenatural desestabilizan la cotidianiedad del sujeto de clase media. Como si de un insuperable trauma de infancia involucrando un intento de ahogo en una piscina escolar se tratara, tanto por los relatos que conforman Dark Water como en la trilogía vírica bautizada en torno a figuras esféricas (The Ring, Spiral y Loop) fluye la amenaza del H20, visiblemente en el primer caso (barcos a la deriva, islas fantasmales…) más metafóricamente en el segundo (sobre todo a través de la omnipresencia del pozo, clásico depósito del mal en la narrativa fantástica japonesa). El, a mi entender, discreto remake norteamericano de Dark Water, básicamente por su tibia capacidad de inquietar, aunque mi familiarizacion primero con el relato y luego con el original de Nakata puede haber jugado en su contra, sólo resulta estimulante por un acierto de casting con el que Walter Selles consigue trasplantar ese juego irónico de Suzuki entre nubilidad y tinieblas al rostro de ángel desamparado de la protagonista. La inconmensurable belleza de Jennifer Connelly –de esas que llegan a doler- resulta, desde mi discutible punto de vista, el único y exclusivo espersor del miedo. La dulzura innata y el arrobamiento luminoso que emana de su perfección estética son los mejores aliados del terror. Sin sus rasgos de ensueño la película sería otro melodrama familiar. Lo que certifica de nuevo que no hay experiencia más escalofriante que ver a la muerte cortejar a un ideal de hermosura, el paseo de la araña peluda sobre el sabroso pastel de nata.