18 octubre, 2005

Al habla el Doctor Amor


Carta abierta a la inocente (y accidental) prospectora en los misterios del corazón humano:
Con todos los respetos, creo que no has entendido nada de la avalancha rosa que te ha avergonzado en el metro. Las novelas románticas son el género literario realista por antonomasia. Hemos de partir del hecho de que el amor es una involuntaria tormenta cerebral a través de la cual liberamos cantidades ingentes de dopamina y norepinefrina. Veamos: si los neurólogos abrieran nuestro coco durante el enamoramiento contemplarían el arrobador espectáculo de un córtex prefontal (región de la conciencia y el juicio moral) total y absolutamente inhibido, mientras que el área tegmental ventral (procesadora inconsciente de información sexual) y el núcleo caudado (integradora inconsciente de recuerdos y gustos) lo hallarían hirviendo de hiperactividad. En otras palabras, una combinación de flujos opuestos que revelan el carácter inconsciente del proceso, convirtiéndolo en una adicción más abierta a las oscilaciones entre euforia y ansiedad, al eterno toma y daca entre motivación y recompensa. Siendo pues la parte más irracional del ser humano, la más sensible a conductas ridículas, paranoides e indescifrables, la manifestación más palmaria de nuestras contradicciones y animalidad, de la ingobernabilidad de nuestras emociones, concluiremos que todo cuanto se comente o realice en una novela rosa, es sumamente plausible, casi podríamos aventurar que potencialmente dotado de un 99% de base ejecutiva. Sin ir más lejos, en nuestros archivos tenemos efectivamente casos de licantropía generados por una falta de correspondencia amorosa y, en el espectro opuesto, diagnósticos de amaxofobia generados por querer con locura. Si aún no la he convencido, pruebe a reflexionar sobre lo que dijo Melanceo “el Dorio” en el siglo XII A.C. justo antes de ingerir, impelido por un corazón asaeteado, una mezcla fatal de arvejas, yuca y pescado: “Si el sentido común se tomara, aunque sólo fuera por un instante, la molestia de analizar los motivos que me han conducido hasta aquí, me daría de hostias”.