22 agosto, 2006

Señales

Entre las lecturas de verano, la recomendabilísima novela "Primera luz" de Charles Baxter, cuya narración hacia atrás en el tiempo enfoca la existencia, no desde una postura determinista y por tanto consoladora del absurdo de vivir, sino reforzando la idea de la misma como un trayecto extraño e ingobernable, donde la relatividad, la desorientación, la ceguera y el método prueba/error son los únicos vectores. Este mecanismo acronológico justifica la tan simple como profunda cita de Kierkegaard, depositaria de todos nuestros males: "La vida sólo puede entenderse hacia atrás, pero hay que vivirla hacia adelante".
Junto con un apunte acerca de la importancia y la eficacia de rendir cumplidos a nuestros congéneres (un arte, sospecho, en retroceso) me quedo con el siguiente párrafo, el cual establece una de esas (siempre radicales y simplistas) divisiones "hay dos tipos de personas en el mundo" que personalmente considero de las más cruciales y pertinentes al valorar el carácter propio y ajeno. Dice así:

"Su padre mira a Hugh a los ojos. Parece que esté furioso, pero por nada en particular. "Escúchame" -le dice. "Todo en este mundo es lo que es y algo más. Todo emite una señal. La mayoría de la gente no es capaz de captarla. Sus oídos están cerrados. Tienes que escuchar con todo tu cuerpo, con toda tu alma, incluso a este feo martillo" -lo eleva- "y a este trozo de madera, y a todas las personas que conoces, y a todos los objetos, por todos lados. Puedes romperte el alma intentando oírlo. Pero alguna gente tiene un talento especial. Tu madre lo tiene. Es mejor que yo escuchando al mundo. Es como música, pero no es música, es un trasfondo. Dorsey también lo oye. Es una orden. ¿Sabes lo que quiero decirte?".
Hugh contesta que sí, pero no es verdad, y de nuevo se siente furioso porque su padre ha incluido a todos los miembros de la familia en este grupo de afortunados oyentes excepto a su único hijo, el propio Hugh, soso, fiable, fuerte y sordo".