20 septiembre, 2006

Sobre cómo amar y escribir a los muertos

Hojeando la correspondencia de Richard P. Feynman, físico que recibió el Premio Nobel en 1965 por su contribución a la creación de la dinámica cuántica, topo con una misiva (fechada el 17 de octubre de 1946) sorprendente, por cuanto la envía a su difunta esposa, y tremendamente emotiva. Ya disculparéis que me ponga lacrimógeno, pero desconfiad de todo aquel que no sea un sentimental.

Arline:
Te adoro cariño.
Sé cuánto te gusta oír esto, pero no sólo lo escribo porque a ti te guste; lo escribo porque me reconforta escribírtelo.
Ha pasado un tiempo terriblemente largo -casi dos años- desde la última vez que te escribí, pero sé que me excusarás porque sé que entiendes cómo soy, tozudo y realista; y creía que no tenía sentido escribir.
Pero ahora sé, mi querida esposa, que está bien hacer lo que he retrasado hacer y lo que tanto he hecho en el pasado. Quisiera decirte que te quiero. Quiero amarte, siempre te amaré.
Me resulta difícil entender lo que significa amarte después de que hayas muerto, pero aún quiero consolarte y cuidar de ti, y quiero que tú me ames y cuides de mí. Quiero tener problemas que discutir contigo, quiero hacer pequeños proyectos contigo. Hasta ahora nunca pensé que pudiéramos hacer eso juntos. Que deberíamos hacerlo. Juntos empezamos a aprender a hacer tela juntos, o a aprender chino, o conseguir un proyector de cine. Ahora no puedo hacerlo. No. Estoy solo sin ti y tú eras la "mujer-idea" y la instigadora de todas nuestras aventuras salvajes.
Cuando enfermaste te preocupaste porque no podías darme algo que tú querías hacer y pensabas que yo necesitaba. No tenías que haberte preocupado. Igual que te dije entonces, no era necesario porque te quería mucho y de muchas maneras. Y ahora es incluso más cierto: no puedes darme nada ahora pero yo te quiero y te interpones en mi camino para amar a cualquier otra pero quiero permanecer así. Tú, muerta, eres mejor que cualquier otra viva.
Sé que me dirás que estoy loco y que quieres que sea plenamente feliz y no quieres interferir en mi camino. Apostaría a que estás sorprendida de que ni siquiera tenga una novia (excepto tú, tesoro) después de dos años. Pero no puedes evitarlo, cariño, ni yo puedo; no lo entiendo, pues he conocido a muchas chicas y muy guapas y no quiero quedarme solo, pero tras dos o tres encuentros todas ellas parecen cenizas. Sólo tú me quedas. Tú eres real.
Rich

P.D. Perdona que no eche esto al correo, pero no sé tu nueva dirección.