22 noviembre, 2006

Pulsar el botón


Mirándome fijamente a los ojos el indígena me dijo: "Al final, la vida se reduce a si has apretado o no el botón. No se trata de un botón redondo y de algún color, de una circunferencia tangible sobre la que presionas tu dedo, sino de un botón mental que todos llevamos dentro. Este botón es incandescente, parpadea las 24 horas, noche y día, sople un bárbaro viento helado o luzca un sol rabioso, y emite un pitido tenue. Pero tanto su acompasado latido de luz como las plácidas ondas sonoras que propaga son indetectables por tus redes nerviosas y planean por tus circuitos neuronales como un avión espía que volara por debajo de tu radar corporal. Lo único capaz de percibir su existencia es algo más complejo que la intuición y menos evidente que un don.
A falta de palabras que lo definan con precisión, digamos que es un sexto sentido que pertenece a la misma familia del enigma que te faculta para dictar presagios y recordar cada mañana del mundo el sueño que acabas de abandonar. El que lo posee, por motivos siempre ajenos a su voluntad y sus méritos, puede decidir si desea o no apretar este botón interior. De optar por hacerlo conseguirá que le de un vuelco la vida, puesto que le encaminará hacia el lugar al que pertenece, donde acabará conociendo a la persona que de verdad es. El que no lo posee, jamás sabrá que incuba ese botón y por tanto jamás podrá pulsarlo, y el botón exhalará así su luminoso aliento musical hasta la muerte de su ignorante dueño, que perderá de este modo la ocasión de experimentar la vida a la que estaba destinado".