20 junio, 2008

Germanes





En un mundo saturado de previsibilidad, donde uno coge el mismo autobús para acudir al trabajo cada día y sabe que si encuentra albóndigas en el menú no pedirá cazón, la sorpresa es el valor más preciado. Por eso me entusiasmé con la capacidad de la obra teatral "Germanes" de Carol López para descolocarme integrando el gazpacho con "Non, Je Ne Regrette Rien", la muerte y el incesto con Cindy Lauper. No hay nada más estimulante que el cambio de dirección, la ruptura de la linealidad, la tarántula en la tarta de nata. De aquí la gloria que provoca el corte que se produce a mitad del tema “Tired” de Adele, o la pirueta temporal del capítulo final de la tercera temporada de "Lost". Las redirecciones me entusiasman porque sacan a la superficie los caminos ocultos, las puertas invisibles, esa hibiridación consustancial a nuestro paisaje interior, cuanto ocurre en esa realidad que llamamos paralela pero que existe físicamente en frondosos rincones de nuestra mente, y que nuestros sentidos acomodados y domesticados no son capaces de percibir con facilidad.