25 agosto, 2009

Última Hora: hasta el 22 de agosto Islandia era conocida mundialmente por las sagas, el bacalao, la cantante Björk y el futbolista Gudjohnsen, por acoger el volcán que inspiró a Jules Verne “Viaje al centro de la Tierra”  y la zona de prácticas de la expedición lunar del Apolo 11. Desde el 22 de agosto, se añade a la lista de honor el que su capital organizara la maratón que acabó el que esto firma. Dicho esto con toda la modestia (y las rampas) del mundo. 

23 agosto, 2009

Verano

El lunes vuelvo al trabajo. Podría hablar de las fiestas que me he pegado… De todos los hombres interesantes que he conocido… De los lugares exóticos que he visitado… Pero como este año no he hecho casi nada de eso, hablar de ello sería mentir, y mentir está feo. En realidad, estas tres semanas de agosto se podrían resumir en pocos puntos:

- Cumpleaños: me proveyó de ingentes cantidades de material para ver/leer/escuchar. Estoy en ello, lo prometo.

- Pisos y más pisos: toda la primera semana se me fue en ello. Acabé un poco saturada y a punto de verle la gracia al movimiento okupa, así que pensé que sería mejor darle un descanso al asunto. Por salud mental, más que nada.

- Sol y piscina. Nunca he entendido la obsesión colectiva por la playa. Una vez al año me parece bien, pero, para tomar el sol y bañarse, ¿qué mejor que una piscina, con su cloro, con sus duchas, con su solarium con tumbonas? ¿de dónde sale esa alucinación colectiva según la cual no hay nada mejor para bañarse que el mar?

- Fiestas de Gràcia: me gusta el ambientillo nocturno (y vi mi concierto de Manel como todo el mundo), pero aún me gusta más el barrio por la mañana, y soy una freak de las calles adornadas, me las veo todas y luego discuto conmigo misma o con quien pille a tiro sobre la injusticia de que Verdi haya ganado otra vez el premio, con lo que se esfuerzan los de la calle Tordera.

- Hermana Embarazada: requiere atención extra.

- Amigachos varios: de los que se quedan en la ciudad, porque todavía hay personas como dios manda.

- Series y pelis: todas las que quedaron pendientes por ver durante el curso y juré ver en vacaciones. Y alguna más.

- Lecturas: Anatomía de un instante, de Javier Cercas (apasionante como una buena novela), El vendedor de pasados, de Jose Eduardo Agualusa (por empezar a hacerme con el catálogo de la casa), Pasando página, de Sergio Vila-Sanjuán (por empezar a hacerme con el mundillo asociado a la casa), La mujer de treinta años, de Balzac (los clásicos franceses no son lo mío, es definitivo) y, algunos cómics que dudo que cuenten como tiempo invertido en la lectura.

- Yo yo yo: he dormido mucho, he comido porquerías a mogollón, he perdido el tiempo de la forma más absurda, he comprado cosas que no necesito, he desarrollado el hábito de ir por la calle mirando los balcones y he pasado tardes enteras haciendo las cosas menos productivas que se me han ocurrido, y recreándome en ello.

No es que quiera reivindicar el verano en la ciudad por encima de otras opciones seguramente más vistosas de explicar junto a la proverbial máquina de café, porque me faltarían argumentos para sostener semejante premisa, pero desde luego es una opción que merece la pena probar de vez en cuando. La ciudad, fuera de las zonas turísticas, está desierta y muy tranquila. La expresión que más he oído estas semanas ha sido “¡pero qué bien se aparca!”. La oferta cultural es escasa, pero va aumentando. Hasta en los cines hacían alguna cosa que superaba claramente la categoría de película veraniega de desecho. Por la noche sólo se está bien en la calle, así que todo el mundo sale a la calle. La programación televisiva da miedo, así que no queda otra que agarrar un libro y ponerse a aumentar las estadísticas de lectura. Y existen los ventiladores. Así que Barcelona en agosto está bien, está mejor que muchas otras cosas. Al fin y al cabo, siete millones de turistas no pueden estar equivocados.

07 agosto, 2009

Elevarse

De una experiencia singularmente emocionante y bella decimos que nos eleva. Precisamente el sentido vertical conecta los dos montajes visuales que más me han hecho disfrutar este agosto.

Uno tiene a este viudo gafotas y de espíritu aventurero como protagonista, surcando los cielos en su casa propulsada por globos llenos de helio. 



La otra nos muestra a cámara hiperralentizada la ascensión de un hombre desde el fondo de una piscina tenuemente iluminada y su posterior descenso a las mismas profundidades, con el el desnudo cuerpo humano generando sinuosas formas líquidas en constante mutación durante todo el proceso de subida y bajada. 




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El film "Up" de Pixar y la instalación "The Messenger" de Bill Viola en la Capella de Sant Nicolau (Girona). Subirse a ellas es despegar la sombra del suelo.
 

03 agosto, 2009

The High Line


Junto a la costumbre del jubilado de observar las obras en la calle con la cara de circunspección que otros ponen frente a una obra de arte abstracto colgada de un museo, la práctica de  ver pasar los coches desde el puente elevado de una autopista o de una autovía siempre había estado fuera de mis márgenes de comprensión. Mi sospecha de que el problema radicaba en que estos márgenes resultaban lamentablemente estrechos y convencionales o, mejor expresado, de que me basta cambiar de contexto una experiencia anodina para que mi perfil snob se alboroce con lo que antes censuraba como una ridiculez supina, se me confirmó durante una visita a Nueva York, más concretamente durante un garbeo por el recientemente desprecintado primer tramo de un paseo elevado conocido como The High Line. A medio camino, me encontré con unos escalonados bancos de madera que desembocaban en un grueso cristal horizontal que creaba un efecto pecera en el que los vehículos cruzando la calle unos 10 0 15 metros por debajo hacían el papel de los peces. La constancia de su flujo, si bien con el ruido amortiguado, unido al punto de fuga que creaban las líneas proyectadas por la avenida y los edificios hacia el infinito generaron una capacidad hipnótica, de una belleza extrañamente serena si tenemos en cuenta que estábamos en medio de la ciudad, suspendidos en una bolsa tóxica por la  destilación fraccionada de crudo salida del asfalto y por el monóxido de carbono emitido por los tubos de escape de los vehículos, y rodeados de enormes masas de acero y hierro.