22 octubre, 2009

En el traumatólogo



En la sala de espera del traumatólogo uno toma conciencia de que es un puñado de huesos. Uno suele concentrase en pensar que está compuesto básicamente de materia gris, espíritu, intelecto.. y suele olvidarse de sus articulaciones, por no hablar de sus niveles de calcio. Con los huesos ocurre como con las multas, sólo existen cuando duelen. En la sala de espera del traumatólogo uno escucha a una pareja mayor decirse cosas como está: "¿Cenamos eso ahí con aquellos?" y entiende que algunas matrimonios más largos que las obras de la Sagrada Familia han estado quizás inconscientemente soportándose todo con el objetivo oculto de hallarse algún día a un paso de la comunicación  telepática.  En el despacho del traumatólogo a uno le ponen en una camilla y le palpan la rodilla y le piden que deje la pierna muerta y uno no puede y le reiteran de malos modos que afloje y uno sigue sin poder relajarse y se lo piden una vez más de forma casi hostil y sigue sin haber manera y a uno le entre la risa tonta y lo dejan por imposible. En la consulta del traumatólogo a uno le comentan que se parece a Dustin Hoffman. Y cuando uno lo pone en entredicho mientras cavila mosqueado si se referirán al Dustin Hoffman de "Rainman", va y le especifican que ha sido un gesto que le ha recordado al Dustin Hoffman de "El Graduado", y a uno le gusta más pero sigue sospechando que la afirmación "soy una gran fisonomista" de su interlocutora sufre lesiones graves cuando le comenta que una vez le dijeron a ella que se parecía mucho a Vanessa Redgrave y que dieron en el clavo (cabe también la posibilidad que se refirieran a una Vanessa Redgrave que es veterinaria en Alburquerque y que uno no conoce). O sea que uno entra en la consulta del traumatólogo sintiéndose un puñado de huesos y sale de ella convertido en "El Graduado".  Y eso que uno pensaba que visitar al traumátologo iba a ser un aburrimiento.