17 junio, 2010

SÓNAR KIDS


El pasado sábado en el Sónar Kids me pregunté si mis padres me habrían llevado de niño en el caso de haber existido semejante modernez. Mi padre, el mismo que actualizaba casi cada semana su discoteca de pop/rock en Gong Discos (recuerdo poner sus vinilos de Michael Jackson, Prince, Pink Floyd, Roxy Music), quizás sí, aunque dudo que hubiera conectado con la música electrónica (suena extraño pensar en el progenitor de uno como un tío enrollado, pero él era incluso más joven de lo que yo soy ahora cuando se compraba esos discos) Mi madre, cuyas preferencias a la hora de encender el tocata estaban con Perales y Mocedades, queda descartada si nos atenemos a criterios musicales aunque, de habérselo pedido, por cariño me habría llevado a un festival de caracoles flautistas. Luego pensé que es imposible dar ese salto de la imaginación, porque la imagen que guardo de ellos durante mi infancia la componen las patillas largas, los pantalones algo acampanados, los colores chillones, el SEAT 127... y los padres que vi pululando por ahí parecían sacados de una ilustración de Labanda o de una letra de hip hop.